viernes, 25 de enero de 2008

El Andaluz por Margarita RíosGijón


Son muchas las veces que un andaluz tiene que escuchar cómo otros se rien de su pronunciación. Lo más suave que escuchamos es: «¿qué gracioso!». Y, el peor razonamiento es el de: «como aquí se habla tan mal ». Este comentario se lo hacía una mujer, no importa de dónde, a otra -tampoco importa de dónde-, y en cuya conversación escuché cómo utilizaba, al menos diez veces, el artículo delante de un nombre propio: «la Pepa», «la Ana» Mientras, la segunda le contestaba: «la dije que », «estuve por áhi ».
Estas personas, muy numerosas dentro y fuera del territorio español, me parecen bastante ignorantes. No han reflexionado nunca sobre la evolución de los pueblos, las influencias y las invasiones. En definitiva, les hace falta estudiar un poco de historia para, quizás así, ser más tolerantes y no reirse de lo que desconocen.La cultura la forman personas y pueblos, pero no entidades. Y, a mí, una andaluza cualquiera, me resulta increíble cómo la gente puede mofarse de toda una cultura, de toda una historia de manos y hombros, de dedos y plumas, de pensamientos, de tristezas y alegrías. Estas personas ignoran que, en la Península Ibérica, había diferentes pueblos que hablaban diferentes lenguas (tartesos, fenicios, vascos, celtas ), pero que con la entrada de los romanos, en el año 218 a.c., se produjo una romanización que hizo desaparecer todas esas lenguas, menos el vasco. Casi seguro que no saben que el latín vulgar, el latín que se hablaba en la Península, sufrió variaciones, pues varios son los pueblos que aquí habitaban. Para todo el mundo está clarísimo que, hoy en día, cuando un francés y un inglés, por ejemplo, aprenden español, el resultado no es el mismo. Podrán aprender gramática y el mismo vocabulario, pero la pronunciación será diferente. Si esto es tan evidente en nuestros días, ¿por qué nos resulta tan difícil a los humanos comprender que en la antigüedad era igual? Por supuesto que había diferencias en la pronunciación del latín vulgar en los distintos pueblos de la Península, diferencias que aumentaron cuando los germanos empezaron sus invasiones en el 409 por Los Pirineos. El reino visigodo de España quedó definitivamente implantado por Ludovico. Sin embargo, adoptaron la lengua de los vencidos: hacia el siglo VII ya hablaban latín. No obstante, la instalación de los germanos en la Península y, en el resto del Imperio de Occidente, aceleró la evolución de la lengua latina que fue perdiendo su unidad.Tampoco sé si esta gente sabe que el reino sucumbió a la invasión árabe que empezó en el año 711 por Gibraltar. En menos de siete años ocuparon casi todo el territorio peninsular. Me imagino que sí sabrán, porque esa etapa de la historia les gusta a todos o a casi todos, que tropas cristianas se reagruparon en ciertos lugares escarpados del norte y, desde allí, iniciaron la Reconquista que terminó en 1492 con la ocupación de Granada. Pero ignorarán, casi seguro, que durante esos largos siete siglos se constituyeron los diversos reinos peninsulares, donde el latín acabó de diversificarse dando lugar a las diferentes lenguas románicas.Todos ellos posiblemente ignoren también la influencia decisiva del andaluz sobre el español de América. Esta influencia hay que buscarla en los primeros años de la conquista. Efectivamente puede que sepan que Colón descubrió todas Las Antillas y en la Isla La Española (hoy Santo Domingo), se instalaron los primeros órganos de Gobierno: administración, evangelización y cultura. Fue allí donde se instalaron los primeros colonos, se fundó la primera sociedad criolla. En esta sociedad había un fuerte porcentaje de andaluces. En aquellas islas, libres de la norma idiomática que imponía la corte, el idioma adquirió un perfil andaluzado como resultado de la mayoría demográfica andaluza. Tales rasgos se fortalecían con la llegada de nuevos españoles, los cuales debían pasar en Sevilla meses y aún años en espera de obtener licencia para instalarse en América e iban ya, por tanto, andaluzados.Toda esta lección de datos y acontecimientos históricos no serían necesarios si el ser humano fuese más tolerante y los ciudadanos más instruidos y comprendieran que pronunciar diferente no significa ser mejor ni peor y que detrás de cada s, ch, c ó z hay toda una historia y no ya de un pueblo, sino de pueblos. Es la misma historia de siempre: reirse de lo que se desconoce. La risa y la burla son más fáciles que el estudio y el pensamiento. Pero no creamos que es predominio de los españoles Los alemanes se ríen de los alemanes, los ingleses de los ingleses , porque cada uno cree saber más y hablar mejor que su paisano.-En Andalú, nº 4 (revista mensual editada por el Comité Provincial del P. A. de Cádiz).